La Casa de Creed es una auténtica casa de lujo dedicada a la creación de fragancias muy originales elaboradas con ingredientes exquisitos.
La leyenda de la marca comienza en 1760, cuando una nueva empresa de sastrería londinense entregó al rey Jorge III un par de guantes de cuero perfumados. Fundada por James Henry Creed el mismo año de la ascensión del joven rey, la casa Creed lleva más de 260 años creando fragancias para los más personajes más exigentes de la historia.
La reina Victoria, nieta de Jorge III, nombró a Creed proveedor oficial de la Casa Real. Más tarde, en 1854, bajo el patrocinio de Napoleón III y su emperatriz, Eugenia, la estilosa líder de la moda europea, la Casa de Creed estableció otra sede en París, Francia. Creed abastecía a la mayor parte de la realeza de la época. En el recién reconstruido París del Segundo Imperio, Creed adquirió reputación por su impecable sastrería y por la exclusividad de sus raras y limitadas fragancias a medida. El tacto y la discreción con que se trataba a una clientela real, aristocrática y socialmente destacada se convirtieron rápidamente en parte de la leyenda de Creed.
Creed ha seguido creando un legado de fragancias inigualables. A lo largo de los siglos, la familia Creed ha producido más de 200 perfumes, todos ellos testimonio de un espíritu creativo único que se ha transmitido, junto con un agudo olfato heredado, de padre a hijo a través de siete generaciones.
Hoy Olivier Creed, perfumista y descendiente directo de James Henry Creed, continúa esta gran tradición. Acompañado por su hijo Erwin, Olivier viaja mucho para buscar, investigar, inspeccionar y encargar los mejores materiales. Creed, que sigue teniendo su sede en París y una fábrica en Fontainebleau, fabrica muchas de sus esencias con una técnica tradicional, un proceso que la mayoría ha abandonado por considerarlo demasiado costoso, pero que diferencia a las fragancias Creed de algunas de sus homólogas modernas.